“El hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios esta viejo, irreparablemente.”José Ingenieros


viernes, julio 14, 2006


Hoy como ayer??

Fernanda Ferrero




La argentina , el pais de la riqueza , de la carne , de la tierra de la avenida corrientes , el tango , el mate , las vaciones en Mar del Plata con toda la familia , ir a comer pizza a Los Inmortales , cuando habia un poco mas de guita , llegar hasta las Cataratas del Iguazu , las vacaciones de invierno , las de verano , el cafe con amigos , la eterna discusion de como mejorar el mundo , salir a bailar y enamorarse locamente por una noche , cine en Lavalle y eternas sobremesas con los amigos, la familia , el encuentro de los domingos , el asado o la pasta , las anécdotas de siempre , los chistes contados 10 veces en cada reunión , la alegría del vivir bien sin tanto , sin tan poco , las fechas patrias , las empanadas en lo de mi abuela ,dicen que no es bueno mirar para atrás , pero como hacemos para entender lo de hoy y pensar en mañana sin mirar lo de ayer . Algunos dicen que estamos bien , otros que no , pero la Argentina de mi infancia , no existe mas , quizas porque yo no soy mas chiquita , es lógico dicen algunos , todo cambia , es la evolución dicen otros , o "la culpa es de la globalizacion".Sin embargo la extraño , extraño que mis hijos no hayan podido jugar en la plaza como lo hacia yo , extraño las comidas en lo de mi abuela , el cine del fin de semana todos juntos , hoy todos estan demasiado ocupados , extraño los interminables debates para salvar al mundo , todos estamos apurados , ya no tenemos tiempo ,extraño caminar por mi ciudad y no tener miedo ,extraño enamorame en una noche de baile aunque solo sea por esa noche , "No hay tiempo para comprometerse " quien habló de compromiso ?La Argentina el pais de la riqueza , de los amigos , de la siesta , del debate apasionado , te sigo buscando , yo se que estas en algun lado , aunque quieran ocultarte estoy segura que te volvere a encontrar.

jueves, julio 13, 2006



Columnista invitado / Alejandro Sala

Inseguridad: sin perspectivas de solución

A pesar de que la sociedad reclama una solución urgente para el problema de la seguridad pública, las medidas necesarias para combatir la delincuencia no son electoralmente rentables, por lo que los políticos se resisten a aplicarlas.

No se vislumbra, al menos por el momento, posibilidad alguna de que la crisis de la seguridad pública encuentre siquiera una vía de solución. El motivo de esta situación es que la aplicación de los métodos apropiados para combatir eficazmente la delincuencia no resulta electoralmente rentable. Por ende, los políticos, actuando conforme lo aconsejan las leyes del mercado (ese engendro satánico creado por los poderosos para oprimir a los débiles) no se preocupan por resolver menudencias tales como violaciones, secuestros, mutilaciones, asaltos, homicidios y otras nimiedades. Pero es necesario admitir que la conducta de los políticos tiene su lógica: si la obtención de resultados en la lucha contra la inseguridad no suministra beneficios electorales, es comprensible que no la prioricen. La causa, en este caso, no está tanto en los políticos como en el electorado que privilegia otro tipo de factores a la hora de votar. Es indudable que, en tanto esta circunstancia no se modifique, la situación en cuanto a la inseguridad pública no cambiará. Seguiremos viviendo bajo el imperio de la delincuencia indefinidamente. Y no parece, dentro de un plazo previsible, que esto vaya a cambiar. No se percibe, más allá de la repercusión mediática, que la resolución de la crisis de la seguridad pública vaya a convertirse en un factor determinante de los resultados electorales en un término breve. Por lo tanto, la actitud de los políticos en relación a estos temas tampoco cambiará próximamente y la delincuencia continuará sin disminuir. Dado este cuadro de situación, lo que nos queda por analizar es la conducta del electorado. ¿Por qué, si la falta de seguridad es un factor que preocupa, no pesa electoralmente? Que la inseguridad preocupa lo demuestra, por ejemplo, el éxito que en su momento tuvieron las convocatorias lanzadas por Juan Carlos Blumberg. Pero el contraste entre esa respuesta y la falta de resultados electorales correlativos pone aún más de manifiesto la ruptura entre los sentimientos colectivos y los votos... A la población la falta de seguridad le preocupa pero no vota en el sentido de sus preocupaciones, por lo menos en relación a este tema. Y entonces, tenemos acá dos hipótesis: o creemos que la Argentina es un país habitado mayoritariamente por gente que actúa deliberadamente en contra de sus convicciones, o, lo que es más factible, admitimos que, paralelamente a la demanda de mayor seguridad, está operando algún motivador que impulsa al pueblo a votar en sentido opuesto. Chacho Álvarez –que, independientemente, de su orientación ideológica es un hombre muy inteligente- hacía en su momento un análisis muy interesante para explicar la victoria de Carlos Menem en las elecciones presidenciales de 1995, cuando obtuvo su reelección. La cuestión era que si había un consenso generalizado respecto de que en el gobierno de Menem había mucha corrupción, ¿cómo se explicaba que hubiera obtenido el 50% de los votos? Álvarez explicaba esta situación diciendo que aquellos que habían votado por Menem sabían perfectamente de la corrupción que había en ese gobierno, pero priorizaban la garantía que Menem representaba en relación al mantenimiento de la estabilidad de la moneda, en una época en la que la hiperinflación era un hecho relativamente reciente... Un argumento análogo es el que cabe esgrimir para explicar la conducta electoral de la ciudadanía argentina respecto del tema de la seguridad pública. Existe en la ciudadanía la demanda de que se apliquen políticas más enérgicas en relación a la seguridad pública. Sin embargo, el problema radica en que la ejecución de esas políticas implica muchas otras situaciones que traen aparejados conflictos: el otorgamiento de mayores facultades a las fuerzas policiales, con el consiguiente riesgo de que se produzcan todo tipo de abusos; la oposición de activistas de Derechos Humanos a la aplicación de políticas más estrictas en el área de seguridad y las subsiguientes dificultades para encauzar la situación política que sobrevendría de estas diferencias; el hecho de que existe acuerdo en que es necesario hacer algo para resolver el problema de la inseguridad pero no existe acuerdo acerca de qué es lo que sería conveniente hacer; entre otras cuestiones. Todo esto forma parte del sentimiento colectivo. Hay, al mismo tiempo, angustia por la falta de seguridad y dificultades que hasta ahora han resultado insalvables para diseñar un curso de acción viable para resolver el problema. Por el momento, la situación está estancada. No hay salida posible a la vista. Estamos inmersos en contradicciones que no hemos podido resolver todavía. Pero es necesario y conveniente que ante todo nos hagamos cargo de nuestras propias contradicciones. Quizá así consigamos, al menos, empezar a aclararlas ante nosotros mismos y comencemos a transitar el camino que nos permita avanzar hacia una superación. Pongamos estas cuestiones en “blanco sobre negro”, tengamos la valentía intelectual de arriesgarnos a reconocer y debatir esta clase de problemas y tomemos conciencia de que es así como lograremos avanzar hacia su resolución. No es trágico tener contradicciones. Por el contrario, las contradicciones son inherentes a la condición humana. Lo grave es negarlas y no resolverlas. No incurramos en ese error porque será en nuestro propio perjuicio. © www.economiaparatodos.com.ar


No a los superpoderes


¿Estamos en presencia de un proceso de sumatoria del poder público?

Analizaremos la demanda penal solicitando a la justicia orden de no innovar para evitar el otorgamiento de superpoderes al poder Ejecutivo.



Cual es el impacto en el presupuesto nacional

Cuál es la significación política en términos de república

Se está vulnerando la Constitución

Es una medida aislada o una estrategia de hegemonía absoluta



Fabián Bergenfeld: abogado, Presidente de la Asociación Civil Defensa del Ciudadano.
Juan Curutchet: abogado, Presidente de Fundación Bicentenario
Agustín Monteverde: Economista, Director de M&C
Vicente Massot: Politólogo, Director de la Nueva Provincia
Nito Artaza: Empresario, Actor, Político


Lunes 17 de julio de 2006 a las 18 30hs.
Lugar: Centro Argentino de Ingenieros.
Cerrito 1250, Planta Baja, Capital Federal
Salón Constantini



Organizan
Fundación Atlas 1853, Fundación Bicentenario y Asociación Civil Defensa Ciudadana.

No es sólo una conferencia, es un acto al cual no podes dejar de asistir, para que tus hijos y nietos no te pregunten “donde estabas y qué hacías el día que se perdió la libertad”


Incripciones e informes
atlas@atlas.org.ar
4372-7218


Art. 29.- El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria.

miércoles, julio 12, 2006



Birritas sin Bardo
Gustavo Lazzari

Algunas lecciones del Mundial Alemania 2006.


Lamentablemente la selección argentina quedó afuera del mundial en cuartos de final. Para los argentinos es un dolor que enciende polémicas y revitaliza esperanzas. El fútbol es una pasión sanguínea por estas latitudes.
Muchos funcionarios del actual gobierno interrumpieron sus funciones para observar cada uno de los partidos de la Selección Argentina. Seguramente concentraron su atención en los pases de Riquelme a Crespo, o en los relevos de Ayala ante la subida de los laterales.

Debieron haber observado también al gran país que organizó la Copa del Mundo 2006.

Es importante señalar algunas lecciones que nos ofrece el mundial a través de las pantallas de TV, mas allá del verde césped y de los resultados del juego.

Es posible la reconstrucción: muchas ciudades que actuaron como sedes del mundial fueron literalmente arrasadas hace poco mas de seis décadas. En muchas de ellas, el pedazo de hormigón mas grande no pesaba mas de uno o dos kilos. Sin embargo, hoy son ciudades pujantes que conmueven al mundo. Hoy en las ciudades alemanas, no hay suciedad, no hay escombros, no hay pozos en las calles. El estado cumple su función. (Hannover sufrió uno de los bombardeos mas grandes de la IIGM. Berlín también fue totalmente destruída)

Es posible festejar sin incidentes: Los cronistas mostraban ríos de cerveza consumidos por los visitantes, sin embargo, los pocos casos de disturbios fueron eficazmente aplacados. Los barras bravas mas temibles fueron “domesticados” por las fuerzas del orden.

Es posible elegir buenos socios: Terminada la guerra, Alemania eligió una política exterior vinculada a Estados Unidos, Inglaterra y Europa Occidental. No tiene tratados con Cuba, Venezuela ni Iran. Fidel Castro y Hugo Chávez no son ciudadanos ilustres.

Es posible vencer la ilusión comunista: Berlín fue una ciudad separada por un muro que dividió familias, ilusiones, historias y posibilidades. El muro de Berlín fue erigido en Agosto de 1961 por las fuerzas comunistas que gobernaban el lado oriental. Detrás de la cortina, el atraso, la pobreza y la negación de la libertad. Del lado occidental el progreso y la energía creativa. El muro fue derribado por el pueblo alemán en Noviembre de 1989. Alemania se reunificó definitivamente el primero de Julio de 1990. Hoy la ex “alemania del este” se está incorporando de a poco al mundo de la libertad, el progreso y las posibilidades.

Es posible superar un pasado trágico: Alemania vivió dos guerras mundiales, el nazismo, el comunismo y un holocausto. La sociedad, no sin dolor, superó esas tragedias. Sus políticos gobiernan pensando en el futuro y no con el espejo retrovisor. No olvidan su trágico pasado. En las escuelas se enseña el nazismo y el comunismo como dos tragedias criminales. Los funcionarios y políticos no olvidan el pasado autoritario de su país, pero sus decisiones están orientadas al futuro, a las posibilidades de su gente y no a remediar lo irremediable.

Es posible cambiar las condiciones de vida de la población: En 1945 Alemania era un cúmulo de escombros. Estaban aún enterrando sus muertos e iniciaron un proceso de reconstrucción basado en los valores del capitalismo, la libertad, la democracia y el respeto a los derechos de las personas. Hoy Alemania es el quinto pbi del mundo detrás de Estados Unidos, China, Japón, y la India. Sus ciudadanos gozan de uno de los PBI/Cápita mas elevados del mundo y lideran el ranking de exportaciones.


El mundial va a pasar. Es fundamental que nuestros funcionarios no lo vean solo como una competencia deportiva, sino como una oportunidad para enriquecer sus ideas en pos de mejorar la Argentina.

martes, julio 11, 2006

Alejandro Rozitchner

El fracaso es un modo de vida
Hay satisfacción en el no poder, aunque no lo parezca, aunque lógicamente pueda resultar contradictorio.
Es una militancia narcisista la del fracaso y el dolor como verdad del mundo, la de la imposibilidad, la carencia, la marginalidad, el endiosamiento del caído y su desgracia. Actúa sordamente en la profundidad de nuestras personalidades, en algunas más y en otras menos, como una estrategia de frustración meritoria. Es un estado de gracia, esa vida que se desperdicia, al punto de que, en muchos casos (no todos), se prefiera realizar el gesto de rechazo del camino mundano de la felicidad posible para volver a afirmar una vez más el valor profundo de la frustración y de la pobreza.
El fracaso es un modo de vida virtuoso, que paga por medio de una poética de la desazón, del nihilismo, del escepticismo, del supuesto atrevimiento de ver una verdad nefasta, cuando esa verdad no es más que un maquillaje de la impotencia elegida como camino al cielo.
El fracaso es una modalidad social emparentada con religiones que han construido una estructura de sentido basada en el rechazo de la sensualidad, del cuerpo y de la vida real, en la desvalorización de las energías vibrantes que pueblan el mundo problemático y desbordante que es nuestra definitiva realidad. De esta forma, se ha preferido fabricar formatos de inmolación de fácil acceso, automáticos, cotidianos, a veces mínimos, formas accesibles para eludir el trabajo de ser y resultar así imbuido por una variante moderna y progresista de la santidad.
El fracaso puede ser visto como una militancia narcisista porque sucede en un sujeto que no quiere deshacerse en el logro, que prefiere señalarse en forma constante a sí mismo como núcleo de imposibilidad, como aquel que merecía mucho pero fue abandonado, arruinado por la suerte y dañado por otros. Si lograra algo, dejaría de serle posible la permanente autorreferencia, estaría señalando al mundo, apuntando para afuera cuando su interior vacío reclama el truco de postular universalmente la nada. La única garantía de permanecer fijado en la imagen propia es no desdibujarla con ninguna efectividad: eliminando la aparición de esos hechos que, por logrados, te suplantan; juegos armados que funcionan más allá de su generador; riqueza dada a luz y puesta en el mundo que llama la atención y pide mirar a una cosa que es ahora externa.
El fracaso es una norma, una ética, un manual de actitudes pasivas para contrarrestar el crecimiento de las acciones que inevitablemente surgen del deseo afirmado y querido. El fracaso es una orientación, un sentido para la vida, un orden, un cobijo, una manera de hacerse un lugar en medio de otros a los que no se inquieta con los deseos propios en movimiento. El fracaso arma una cofradía, una hermandad en la decepción, gran aglutinante, cemento de quietudes conjugadas que destilan la droga del resentimiento y se la aplican en forma recíproca. El fracaso es una forma de postergarse hasta el paroxismo y de disfrutar del ilimitado campo de lo que pudo haber sido pero no fue, frente al cual todo ser determinado es poco, todo logro una minucia -todo amor realizado un sucedáneo del amor imaginado y potencial, del amor lindo de las relaciones fracasadas-, dado el tamaño de un deseo que no necesitó nunca probarse para dar lugar a un sentido. Sentido de nada, pero sentido grande, inmenso, cielo encapotado para una muerte en vida que suena a demostración de soberanía y voluntad de no transar.
El fracaso es un juego comunitario, el desafío a toda propuesta activa a mostrar su ambición con la esperanza de poder neutralizarla. Es el arte de una comunidad que prefiere la pureza inteligente de la abstinencia al error implícito en el movimiento, comunidad aguerrida en sus expresiones que después elige quedarse quieta pretextando una lucidez extrema.
El fracaso es un modo de ofrecerse en el altar de la historia, de decirles a nuestros mayores que tenían razón, que se queden tranquilos, que si ellos no lo lograron tampoco nosotros lo lograremos, que su límite era inexpugnable y que prolongaremos con nuestra incapacidad la que ellos cultivaron y padecieron. Porque la incapacidad se cultiva, se talla, esmeradamente, con paciencia, trocito a trocito, para no resaltar ni mostrarnos demasiado poderosos, felices, solventes. Para evitar ese atrevimiento de buscar y acceder al logro: ¿cómo, destacándose en un universo de estropeados, quién te creés que sos, vos, justo vos, para avanzar como si fuera posible hacerlo, para creerte valioso y capaz, para querer vivir más de lo que otros pueden o quieren vivir?
La alineación con la imposibilidad no es el cumplimiento de un compromiso moral; es, simplemente, la ampliación del fenómeno de la pobreza, el ejercicio de la desertificación social presentado engañosamente como aporte.
El enemigo somos nosotros, estas formas de vida, estas costumbres que no queremos mirar a la cara. Es de la transformación de estos sentidos básicos de los que nuestra vida nacional está aún demasiado llena; de donde puede tomar fuerza un país menos volcado a la pobreza, la esterilidad y la frustración.
Nuestra moral de rechazo al éxito, por considerarlo superficial, frívolo, egoísta, inválido, es el fondo sobre el cual sacrificamos mil posibilidades.
Si queremos cambiar la historia, desarrollar el país, aprovechar la coyuntura actual, promover la maduración sin la cual todo crecimiento es sólo un impulso de existencia limitada, tenemos que trabajar en este trasfondo moral equívoco, desactivar el mecanismo que, sin que nos demos cuenta, nos convoca a la idolatría del desengaño.
¿Es posible? Claro que lo es, sobre todo si en vez de apuntar a la solución final, a la eliminación de todo lo problemático, entendemos y aceptamos que todo logro es parcial, y que dentro de ese universo de parcialidades hay, sin embargo, mucho por ganar.